viernes, 8 de enero de 2010

LOTERÍA DE NAVIDAD.

EL GORDO, EN BLANCO Y NEGRO.

El sorteo especial de Navidad mantiene en vilo a millones de españoles desde hace siglos, convencidos de que un golpe de suerte les cambiará la vida.
Más navideña que el mismo turrón, el cantarín sonido de los niños de San Ildefonso es el ritual que inicia las fiestas.

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.

El Lotero (en el centro de la fotografía) es el dueño de la administración de la calle Serrano, donde se vendió el décimo agraciado con el segundo premio en 1913. La creación de administraciones en todo el territorio nacional, “que se lo pudiera permitir”, a partir de 1849 fue uno de los motivos que permitió la popularización de la lotería.

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.

Durante años en la víspera del gordo de Navidad, cientos de personas se arremolinaban a las puertas de la Casa de la Moneda, en Madrid, soportando temperaturas bajo cero. Querían ser los primeros en llegar y acaparar las entradas para poder ver el sorteo en directo. En 1949, la popular cola desapareció por orden del Ministerio de la Gobernación y fue sustituida por invitaciones oficiales. La imagen es de 1913.

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.

Tabla sexta del sorteo del año 1923, que incluye el número 18398, premiado con quince millones de pesetas. Durante mas de cien años, el sorteo se hizo con papeles, pero en 1913 se impusieron las bolas, fabricadas en madera de boj, con los números y las letras grabados con fuego. En el sorteo se utilizan 85.000 bolas de números y 1.787 de premios. Hoy en día, cada bola pesa exactamente lo mismo y los números están grabados con láser para que el peso de la pintura no distorsione el azar.

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.


Los Bombos metálicos, que se siguen utilizando en la actualidad en los sorteos de Navidad y del Niño, se estrenaros en 1850. Esta instantánea capta el momento en que se verifica el recuento de las bolas antes del sorteo. Además de ser contadas, cualquiera de los asistentes puede examinarlas a titulo personal (previa autorización del Presidente).

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.

El sorteo de Navidad se hizo más popular si cabe tras la llegada de los reintegros, que entraron en escena a partir de 1949. Solo ocho años después, en 1957, los 30 millones de personas que por entonces vivían en España pudieron ver el primer sorteo televisado. En la imagen, un momento del sorteo de lotería de Navidad de 1961 en la sala del edificio de la calle Montalbán, donde se celebró desde 1932 hasta 1962, cuando se desplazó a su ubicación actual, en la sede de Loterías y Apuestas del Estado, en Madrid

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.

Los Niños de San Ildefonso cantan los números desde 1771. En 1984 se incorporaron niñas tanto al colegio como al sorteo y en 2002 sustituyeron el antiguo soniquete de “150.000 pesetas” por el aún cacofónico “1000 euros”. En la imagen, Mariano Zamora, Mariano Fernández, Adolfo Alonso y Fermín López, que cantaron el gordo en 1906

EL GORDO EN , BLANCO Y NEGRO.

Como muestra esta imagen de 1912, en la jornada del sorteo y los días siguientes, miles de personas se acercaban a pie, en bicicleta o en tranvía para consultar los números premiados en la lista que publicaba los periódicos en la Librería de Escritores y Artistas. Todavía hoy, los Periódicos del 23 de diciembre, con su lista de números agraciados, son los más vendidos del año.

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.


En ésta imagen, de 1909, un grupo de premiados de origen humilde muestra sus papeletas con orgullo en el cafetín del Olivar, de Madrid. A pesar de su buena suerte, los agraciados hacen pocas demostraciones de su alegría porque, a principios de siglo, posar para una foto era algo solemne que había que hacer con seriedad

EL GORDO EN, BLANCO Y NEGRO.


Antes de la revolución que supuso la venta de participaciones, no era raro que los premiados correspondieran con empresarios o banqueros que adquirían grandes cantidades de lotería para enviarla a sus clientes de ultramar, los ricos emigrantes españoles de Argentina o Uruguay. En la imagen vemos a los señores, representantes del anónimo agraciado, cobrando los seis millones de pesetas en el Banco de España de San Sebastián, en 1911.